Prueba: Mercedes GLC Coupé 250d 4Matic

31 mayo, 2018
C. ENRIQUEZ DE SALAMANCA
De todo un poco
A FAVOR EN CONTRA
Concepto original Concepto restrictivo
Calidad de rodadura Altura en plazas traseras
Comportamiento en carretera Electrónica intrusiva
Rendimiento motriz Precio y opciones

El Mercedes GLC Coupé es uno de esos coches extraños nacidos de la tendencia a buscar nichos de mercado donde a nadie se le ocurre que pueda haberlos. Pero el Actyon de SsangYong primero y el X6 de BMW después (2008) demostraron que se pueden hacer las mezclas más extrañas en el mundo del automóvil.

La famosa expresión “Hay gente pa tó” se atribuye a Lagartijo, a Guerrita y a El Gallo. Parece fuera de toda duda que fue un torero quien la dijo. Que fuera en referencia al filósofo Ortega y Gasset o a un histólogo que pasaba por Córdoba, ya es parte de la leyenda. Todo eso sucedía hace más o menos un siglo; ahora, el mundo del automóvil parece parafrasear a aquel torero español porque “hay diseños pa tó”. El caso concreto del Mercedes GLC Coupé no es original como ya hemos dicho pero, si Mercedes se pone a copiar un concepto que ya copió su rival BMW, está claro que tiene que haber gente que demande esta mezcla tan extraña y contradictoria de una carrocería coupé con un todo terreno. Bueno, vale, SUV deportivo como se dice ahora.

De estética y diseño no puedo dar más que una opinión subjetiva: a mí el coche me parece bonito. Poco práctico y sin sentido, por la excesiva mezcla de conceptos que obligan a renunciar a más cosas de las que se consiguen, pero estéticamente me parece bonito y ancho.

Prueba Mercedes GLC Coupé: 4Matic de asfalto

He puntualizado lo de SUV porque este coche deriva del Mercedes GLC a secas y, además de las diferencias en la carrocería, va más cerca del suelo y es 38 mm más bajo. Además, viene de serie con suspensión deportiva que incluye Dynamic Select y sus cinco modos de uso (Eco, Comfort, Sport, Sport+ e Individual). Desde mi punto de vista esto hace que sea más coupé que SUV, porque en cualquier caso las aptitudes fuera del asfalto de este Mercedes GLC Coupé son muy limitadas.

Ni por cotas ni por recorrido de suspensión ni por altura libre al suelo conviene meterlo en situaciones complicadas. Alguna pista, algo de barro y poco más. De hecho, el X4 de BMW es algo más apto para menesteres campestres, aunque tampoco demasiado. Además, qué puñetas, el off road que hace el 99 por ciento de los SUV consiste en subirse a la acera al aparcar, de manera que tampoco nos vamos a poner exigentes.

Y eso que el sistema de tracción total 4Matic es francamente bueno. De su eficacia en un coche preparado para hacer la cabra por el campo doy fe a quien me quiera preguntar, pero ésta no es la ocasión. Además, esta unidad en concreto venía con unas llantas opcionales de 20 pulgadas y neumáticos en medida 255/45. Por muy Michelin Latitude que sean, mejor no salir de la carretera. Se puede, pero si te encuentras con un viejo Dyane 6 con neumáticos de campo, no te quejes si te deja en evidencia.

Precisamente por todos esos condicionantes que le impiden brillar en el campo, el comportamiento en asfalto de este Mercedes GLC Coupé es bueno. Para empezar, es bastante más preciso que el Mercedes GLC normal y el tacto de la dirección está realmente conseguido: en autopista sientes el aplomo global del coche y en zonas de curvas notas qué está sucediendo en el tren delantero.

De todas maneras, no conviene echar las campanas al vuelo; ya he dicho antes que es más coupé que SUV, pero como también es SUV hay ciertos peajes ineludibles: por una parte, la suspensión —mucho más dura que en el Mercedes GLC— contiene bien el balanceo y otros movimientos de la carrocería, pero a veces es seca y limita el confort de marcha; por otra, el peso y la altura del coche se notan bastante en cuanto uno se anima al ver lo bien que va al principio este Mercedes GLC Coupé. Por eso, las ayudas electrónicas son bastante intrusivas, demasiado a veces.

Te metes en una zona de curvas, te empiezas a animar y enseguida viene el ángel de la guarda electrónico y te corta el rollo. Por chasis, se puede ir más rápido de lo que esperas en un SUV, pero por peso y dimensiones no puedes ponerte a hacer la conducción deportiva que podrías practicar con un coupé de verdad.

No sé cómo irá este Mercedes GLC Coupé con las otras dos suspensiones opcionales que hay disponibles. La Dynamic Body Control incluye amortiguadores ajustables electrónicamente y en la Air Body Control son neumáticos.

Prueba Mercedes GLC Coupé: Práctica y estética

Si te gusta el Mercedes GLC vas a tener un SUV con una buena habitabilidad y un maletero amplio. En el Coupé ya la cosa cambia sustancialmente. En primer lugar se pierden 50 litros de maletero y, aunque todavía quedan unos generosos 500 litros, la línea del techo prácticamente limita la capacidad a la altura de la bandeja retráctil del maletero. Esa misma línea del techo también condiciona el acceso a las plazas posteriores y la altura disponible al acceder a ellas, que es bastante menor que la del Mercedes GLC normal (no lo he medido exactamente, pero me da que hay casi 10 cm menos).

La distancia para las piernas tampoco es para tirar cohetes y tendremos problemas si el conductor mide más de 1,90 y le gusta conducir muy estirado. ¿Por qué? Pues porque el reglaje longitudinal del asiento del conductor es muy amplio. Sería injusto decir que falta espacio en las tres dimensiones, pero tampoco es un ejemplo de habitabilidad. Los coupés tienen estas cosas.

Ya que estamos, la postura de conducción está bien conseguida —típica de Mercedes, con las rodillas estiradas— y los múltiples reglajes de asientos y volante permiten adaptarse a cualquier talla. El acabado, por calidad percibida o de ajuste, está a muy alto nivel. Obviamente, las posibilidades de personalización de asientos, salpicadero y demás recubrimientos dan para varias páginas.

Por cierto, la especie de tableta que corona la consola central va fija y tiene una ventaja a mi modo de ver: no es táctil; se maneja con la ruleta y los botones que hay entre los asientos delanteros. Aunque al final te acabas distrayendo, al menos tu mano derecha puede buscar los distintos menús sin apartar la vista de la carretera y, una vez que aprendes su manejo y múltiples funciones, no necesitas poner en riesgo tu seguridad y la de los demás brujuleando en una pantalla táctil.

También fruto de esa estética tan comprometida es la poca superficie acristalada. La visibilidad hacia atrás queda por tanto comprometida, pero a cambio se pueden montar opcionalmente el conjunto de cámaras perimetrales que hacen que maniobrar sea el asunto más sencillo del mundo. La lista de equipamiento opcional —como ya es habitual en las marcas premium— requiere un estudio digno de una tesis doctoral en economía, porque muchos elementos están agrupados en paquetes y el precio final se puede ir por las nubes. Sin ir más lejos, nuestra unidad de pruebas superaba con holgura los 70.000 euros entre pitos y flautas. Mercedes nunca ha sido una marca barata aunque últimamente trate de disimularlo y éste modelo —que cuesta unos 6.000 euros más que el Mercedes GLC normal— no iba a ser una excepción.

Prueba Mercedes GLC Coupé: Seamos realistas

Lo que sí es un valor objetivo es la calidad de rodadura de este coche. Aunque no llega al nivel de un Mercedes Clase C o un C Coupé —otra vez el lastre de mezclar conceptos—, la verdad es que el agrado de uso del motor, la suavidad de la caja de cambios y la baja sonoridad global están un peldaño por encima de sus rivales. Tan solo tiene el lastre de la sequedad de la amortiguación en determinadas circunstancias (baches fuertes, “guardias tumbados”…), pero debo admitir que tal vez este inconveniente se reduzca con las ruedas de serie y que la capacidad para absorber baches sea buena.

Puestos a hacer matizaciones, también hay que destacar la casi total ausencia de vibraciones y conviene precisar que, aunque el 4 cilindros diésel de 2,2 litros tiene su habitual puntillo de rumorosidad, en este caso me parece (al igual que a otros compañeros de Motor Mundial) que está mejor insonorizado que en otros modelos de Mercedes que montan este motor en versión de 170 CV. De hecho, para los más tiquismiquis, el ruido de rodadura es el único que podría (podría, insisto) llegar a molestar porque los donuts que montaba esta unidad eran bien grandes. Por suerte, los Michelin son muy buenos en este sentido. A modo de curiosidad, en la misma semana que estuve probando este Mercedes GLC Coupé, tuve una berlina con neumáticos de marca “nisu” que hacían un ruido de lo más molesto.

El cambio 9 G-Tronic le viene como anillo al dedo a este coche. Se maneja con la palanquita que hay anclada a la derecha del volante y las levas que giran solidarias con éste permiten un uso manual-secuencial. Personalmente creo que lo mejor es dejarle hacer a él solo todo el trabajo, aunque entiendo que resulte una tentación andar trasteando con las levas. Las transiciones entre marchas (9 que recordemos) son casi imperceptibles, sea hacia arriba o reduciendo, y a veces te da la impresión de que la aguja del cuentavueltas se ha estropeado porque parece que no se mueve.

Como es natural con tantas marchas para elegir, el motor está siempre es su zona óptima, presto a responder con carácter y contundencia, pero sin brusquedades de ningún tipo. La aceleración y la recuperación de 80 a 120 km/h son realmente brillantes. Los 204 CV y 51 mkg que tiene este Mercedes GLC Coupé 250d se notan; tal vez no para hacer diabluras que no encajan con un coche de este tipo, pero sí como para dejar atrás —por poco pero con claridad— al BMW X4 equivalente (vale, con 190 CV).
Con las ruedas opcionales que llevaba nuestra unidad, el desarrollo se va en novena a más de 70 km/h por cada 1.000 rpm y como, además, tiene un sistema de navegación a vela, no resulta extraño que el consumo sea bastante contenido. Los 7,2 l/100 km que obtuve de media están hechos en modo Eco, tratando de gastar lo menos posible pero con el climatizador puesto, que para eso está. Si nos olvidamos del consumo pero tampoco nos ponemos a hacer el burro ni a saltarnos las normas a la torera, el consumo suele rondar tranquilamente los 8,5 l/100 km de media. En un viaje por autopista o autovía, a cruceros legales y con el conductor solo, sería muy raro superar los 7.

A modo de conclusión, vuelvo casi al principio para reafirmar que a mí el coche me gusta estéticamente. Pero eso es una afirmación subjetiva. Objetivamente, creo que es una pena echar a perder un excelente coupé mezclándolo con un SUV más descafeinado aún de lo normal (y esto incluye tanto a los X4/X6 de BMW, como al Mercedes GLE Coupé…). Eso sí, por relación entre prestaciones y consumo, así como por calidad de rodadura, suavidad de marcha y ausencia de vibraciones, este Mercedes GLC Coupé 250d es francamente bueno. Si no necesitas mucho espacio ni buscas el tacto deportivo que puede ofrecer un Porsche Macan, éste puede ser tu coche.

Versiones del modelo: 'Glc'

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