Javier Gete
Un gran problema de futuro
La electrificación de la automoción sigue su proceso basándose en la búsqueda de alternativas ecológicas que no sigan dañando nuestro planeta y eviten las emisiones de sustancias perjudiciales para la salud de los seres humanos y del planeta Tierra.
Para ello es preciso que todo el proceso de vida (concepción producción, utilización y desuso) de los vehículos eléctricos deje una huella de carbono lo más baja posible. En este sentido, el posterior reciclaje de las baterías de los vehículos eléctricos debe encontrar sus caminos y es también un factor clave en todo el proceso medioambiental que ya estamos viviendo en el mundo.

Las nuevas fábricas de baterías viven actualmente un importante riesgo de cara a la potencial industria del reciclaje, ya que aún no se dispone de suficientes baterías para reciclar y ésta incipiente industria tendrá aún que esperar y sobrevivir hasta las próximas décadas por lo menos, o hasta bien entrada la década de 2030 en adelante, momento en el que las baterías podrán empezar a ser consideradas en la cantidad suficiente para crear su segunda vida.
El proceso de reciclaje de las baterías usadas consiste básicamente en desmantelarlas y triturarlas posteriormente para obtener la denominada “masa negra” que posteriormente se procesa para así producir productos químicos muy especializados que se emplean en la fabricación de nuevas baterías.

De hecho, el cuello de botella para la producción de vehículos eléctricos se puede prever que sea la disponibilidad de materiales, si bien la demanda actual de los mismos viene creciendo mucho más veloz que esta incipiente industria de reciclaje, sabiendo que el número de fábricas de baterías a nivel mundial en los próximos años crecerá exponencialmente y sin embargo no habrá suficientes baterías viejas para poder alimentar su producción.
Por su parte, algunos fabricantes de automoción junto con empresas especializadas en reciclaje, están ya realizando importantes inversiones para el desarrollo de esta industria del reciclaje de baterías, con la visión de intentar implantar una economía circular que resulte ecológica y sostenible de cara a un futuro eléctrico de la industria.
Algunos estudios anticipan que la capacidad global de reciclaje de baterías aumentará más de 10 veces antes de 2025 y hasta 20 veces en 2030, si bien, los mismos estudios afirman que la capacidad de baterías antiguas para su uso en reciclaje seguirán un ritmo muy inferior a esta capacidad, no llegando hasta más allá de 2035 a cubrir siquiera el 40% de las necesidades de producción, añadiendo además que los recursos naturales de las actuales baterías (de litio en general) son también muy escasos para la cobertura de fabricación de nuevas baterías.

Evidentemente llegará un momento en el que el reciclaje de las viejas baterías se convertirá en algo común e inexorable para los vehículos con más de 7 u 8 años de uso intensivo, momento en empezarán a ser abundantes y las empresas de reciclaje comenzaran a trabajar con normalidad de aprovisionamiento, pero hasta entonces hay que sobrevivir.
Actualmente se libra una batalla oculta entre los fabricantes de vehículos para garantizarse el suministro en los próximos años ante la previsible escasez de materias primas, lo que, sin duda, afecta a un potencial incremento de precios. Tanto es así que, por ejemplo en China, el precio del Litio se ha multiplicado ya por 4 en el último año y la tendencia es de continuidad al alza, siendo este país el que aporta actualmente más del 80 % de la capacidad mundial de reciclaje de baterías.

Además se está verificando que los fabricantes de automóviles europeos imprimen una urgencia importante en la construcción de plantas de batería nueva, antes de que las regulaciones obliguen a utilizar una mayor cantidad de materiales reciclados a partir de 2030, tal y como la UE ya viene anunciando, lo que también incide en la urgencia de implantes de reciclaje que puedan tener un horizonte rentable en un futuro ante suministros ya suficientes.
Los estudios hablan de un solo un 22% del suministro de baterías viejas para el proceso en 2027 y, en consecuencia, será difícil alcanzar un punto de inflexión correcto antes del final de la década de 2030 para los recicladores.
Algunas soluciones provisionales en marcha
Hay voces que afirman que la capacidad de producción mundial de baterías que se está generando es demasiado grande respecto a las necesidades reales.

Existen dos fuentes principales de alimentación en el proceso de reciclaje:
- Las baterías viejas ya gastadas, que pueden entrar a formar parte de un proceso de generación de segunda vida reutilizándose para otras aplicaciones
- El material de desecho de las fábricas de baterías que se encuentra en claro proceso de reducción por normativas también ecológicas anti-desechos.
Por todo ello es muy probable que el auténtico cuello de botella se produzca en las empresas que centraran su actividad en la obtención de la “masa negra”, cosa que actualmente no es así, pero puede llegar a convertirse en un auténtico problema.

Un posible enfoque es la realización de acuerdos de suministro de la chatarra por parte de grandes grupos de automoción para asegurarse la continua disposición de las materias primas de reciclaje y convertir dicho acuerdo en un proceso también de alimentación para los implantes de baterías de nuevo uso.
Otra solución actual es el enfoque híbrido, es decir mediante alimentación de las plantas de baterías nuevas parcialmente mediante combinación de materias primas de nueva extracción y materias recicladas.

Algunas empresas de reciclaje proponen la utilización de material recién extraído como última alternativa, si bien este proceso es totalmente contrario a la naturaleza de esta actividad ya que lo que se pretende con ellas es obtener una respuesta respetuosa con el medio ambiente ante la producción mundial limitada de litio y cobalto.
En la actualidad sólo algunas marcas bien previsoras en sus planes y estrategias de futuro han realizado y puesto en marcha ya acuerdos específicos para intentar dar una segunda vida a las baterías desechadas de sus coches eléctricos y electrificados, con la finalidad de reutilizar los restos de estas baterías usadas para crear sistemas de almacenamiento de energía perfectamente escalables de utilización en la industria y en los hogares, o bien para puntos de carga para vehículos eléctricos y otras muchas aplicaciones correctas en óptica medioambiental.