Como Julio César al derrotar a Pharnaces II en la Batalla de Zela, Alonso llegó, vio y venció. Así de simple. Y es que cuando las cosas se ponen difíciles, el piloto español saca ese no sé qué de dónde, y hala, de un plumazo recuperó el naufragio de Bélgica-SPA y pone contra las cuerdas a sus rivales, en el Mundial más disputado de la historia de la Fórmula Uno. En el “Templo de la Velocidad”, donde se han disputado 9 de las 10 carreras más rápidas de la Historia de la F1, donde se alcanzaron velocidades medias de 247 km/h, en este marco incomparable, Fernando Alonso ha escrito una de sus mejores actuaciones como piloto de Fórmula Uno.
Avisaba el asturiano el viernes: “el coche es competitivo”. Dicho y hecho. Tras unos Libres 1 engañosos por las probaturas, empezó a dejar las cosas claras en los Libres 2 y 3. La calificación fue de nota, brillando en las tres tandas, sin dejar nada al azar, superconcentrado e hipermotivado por una afición tifosi entregada desde el principio, hasta tal punto que en la Q3, lejos de esperar a ver qué hacían los demás, salió rápido y pulverizó el crono en una vuelta perfecta que nadie consiguió mejorar, con lo que pudo entrar en boxes, aguardar allí sin gastar más motor ni gomas y dejar que los demás diesen y diesen vueltas hasta que la bandera a cuadros dio por finalizada la jornada, con la primera pole del año de Alonso, y la pole para Ferrari después de 30 carreras (la última pole fue en Brasil 2008). Para poner la guinda al pastel estaba Massa, haciendo tercero. En el segundo puesto se colaba Button. Los demás rivales, muy atrás para lo que se esperaba de ellos.
Los pilotos españoles hacían su previsión de carrera ante los micrófonos de la Sexta TV; así, Alonso decía que “sabes que falta la carrera; la clasificación sólo es la primera vuelta de carrera. La pole es importante, pero lo más importante es defender la posición en las dos chicanes. El embrague va bien. Me espero el ataque de Button y Massa por el rebufo. Ganar aquí sería especial por lo que es este circuito”. De la Rosa comentaba que “no hay partido fácil ni carrera fácil. Sabíamos que íbamos a sufrir. Es el peor circuito para nosotros de los que quedan. Las carreras son como acaban no como empiezan. La primera variante es importante, pero luego queda la segunda. Hay que estar espabilados. Yo sigo optimista, a tope”. Por su parte, Jaime Alguersuari manifestaba que “la primera vuelta es muy difícil. Creo que es posible adelantar. Salgo con neumático duro y mi carrera vendrá después, con los blandos”.
La carrera prometía emociones. Y vaya que nos dio emociones. La salida era la clave, el 80% del éxito de la carrera. Pero en Monza, el segundo casi tiene más ventaja que el primero por el rebufo que puede coger hasta la primera chicane, a bastante distancia de la salida. De eso se aprovechó Button, que se coló por el interior y consiguió adelantar a Alonso. Detrás Massa no se andaba por las ramas, y en un golpe de amor propio le metió el morro a su compañero Alonso, y al límite de chocarse (menuda gracia si se dan), Alonso aguantó la embestida guardando la posición. Por detrás, los líos de siempre. Y en la segunda variante, lo inesperado: mientras que Button, Alonso y Massa iban pegados, Hamilton en una de sus “haimiltadas” típicas, fruto de la presión, y cuando iba en cuarta posición, intentó lo imposible pasando a Massa, pero chocando su lateral con el lateral del brasileño, que le cortó con su rueda trasera, la rueda delantera del McLaren, rompiendo Hamilton la dirección. Adiós a la carrera, ¿y al Mundial?, a las primeras de cambio.
Pronto Button y Alonso ponían pies en polvorosa, con un Massa que no les quitaba ojo, al acecho por si alguno fallaba. Los de detrás no podían hacer nada contra el ritmo infernal de los dos primeros. Y empezó el festín de vueltas rápidas de Alonso, a pesar de ir detrás de Button en un circuito en el que si eres rápido no te pueden adelantar. Y el inglés lo era. Alonso hacía la goma, dejaba aire de 1,5 segundos para respirar, y cuando se acercaba la hora de la parada, empezó a reducir y en un abrir y cerrar de ojos, se pegaba de nuevo al inglés. El español dejaba alguna migaja a sus rivales, que hacían alguna vuelta rápida (Button y Massa). En la vuelta 35 empieza el baile de paradas, pues hasta entonces ninguno de los 10 primeros había parado, gracias a que Bridgestone trajo a Monza los compuestos más duros de los blandos y duros que puso en pista. La clave estaba en quién de los dos (Button y Alonso), paraba antes. En principio, dado que el español era claramente más rápido, debía esperar a que parase Button para tirar a muerte en un par de vueltas y salir después por delante en la parada. A su favor, además, Button desgastaba las gomas más que Alonso.
Pero algo inesperado pasó: los que pararon antes empezaron a hacer buenos tiempos con los duros, por lo que Alonso no podía esperar más de una vuelta en hacer su parada, si no, Button recuperaría rápidamente tiempo con las gomas duras. El momento culminante llegó en la vuelta 37, con la parada de Button. Alonso cierra los puños, aprieta los dientes y vuela en esa vuelta sabedor de que tenía que entrar él en la siguiente. Así fue, y en el giro 38 y con los anuncios publicitarios de la Sexta puestos (lamentable, que nos cercenasen el momento más importante de la carrera), el F10 de Fernando Alonso entra en boxes. La parada fue rapidísima, poco más de 3 segundos, sacando 1,2 segundos de ventaja en parada con respecto a Button. “Ha sido casi sobrehumano, no entiendo cómo lo han hecho”, manifestó después el asturiano, conmovido y asombrado por el recital del equipo de mecánicos, en una coreografía digna de repetir en cámara lenta. ¡Qué tres segundos maravillosos de armonía, conjunción de movimientos y concentración máxima!. Parecía la natación sincronizada, pero en tierra. Alonso salía como un cohete, sin errores de velocidad en el pit-lane, y detrás a media pista aparecía el reflejo de la flecha plateada de un Button atónito que no podía creer lo que estaba viendo. Por milésimas, Alonso se pone delante en la primera chicane, con Button pegado presionándole (<>, debió pensar). Alonso, con las gomas todavía frías (y más con los compuestos duros, que cuesta calentarlos), mantuvo la trazada y aguantó la embestida del morlaco inglés hasta que llegaron a la segunda chicane, donde Alonso ya respiraba mejor. A partir de ahí, el F10 despegaba del McLaren y en nada abría hueco. Quedaban 14 vueltas y sólo una rotura de coche o error de piloto, podían arruinar el sueño de Alonso de ganar en Monza, en su primera carrera aquí como piloto ferrarista. Por si quedaban dudas, el español se marcó más vueltas rápidas. Massa se acercaba a Button pero insuficiente para meterle el morro. En la 51 Alonso se salta la primera chicane y un miedo se apoderó en el padock por temor a los comisarios. Alonso, muy listo, levantó el pié e hizo un sector “lento” para que nadie pensase que había cogido ventaja. Pero Button estaba a 2,7 segundos por lo que no iba a pasar nada.
A falta de una vuelta, Vettel en una estrategia suicida, para a hacer el cambio obligatorio de gomas, ¡aguantó 52 vueltas con los blandos!, y al salir mantuvo la 4ª plaza. Buen botín de puntos después de un mal fin de semana y mala salida. En la vuelta 53, la última, el éxtasis: Alonso entraba haciendo eses, y levantaba y apretaba los puños como liberándose de la tensión acumulada. El sueño se había cumplido. Alonso “Imperator” en Italia. La locura se desataba en las gradas. La pasión se desborda en pista, con los tifosi entregados a un nuevo ídolo.
De esta forma, Fernando Alonso conseguía su victoria nº 24, a una media de 240 km/h, igualando en victorias a un tal Fangio, y se pone a una carrera de otros desconocidos, Jim Clark, y Niki Lauda (con la tiña que le tiene a Alonso, debe andar preocupado el hombre), y a tres de otro que nadie conoce: Jackie Stewart. El Mundial, al rojo vivo, con Mark Webber, 1º con 187 ptos, seguido de Hamilton con 182 y de Alonso, en tercer lugar, con 166.