El Fiat Mefistofele todavía conserva dos récords mundiales de velocidad

23 octubre, 2021
GERARDO ROMERO-REQUEJO M.
Un demonio muy «ruidoso»

El Fiat Mefistofele es el resultado de la pasión del piloto de origen británico Ernest Eldridge por dominar la velocidad, el cual construyó a partir de un viejo bólido de carreras, un motor Fiat de avión y los restos de un autobús londinense.

Ernest Arthur Douglas Eldridge (1897-1937) fue un piloto inglés perteneciente a la alta burguesía londinense que tras participar en la Primera Guerra Mundial como conductor de ambulancia en la Cruz Roja, desarrolló sus habilidades como ingeniero mecánico y piloto de automóviles. Terminada la gran guerra, los «locos» años 20 sacaron a la luz unas desaforadas ganas de vivir en la población, algo que los jóvenes burgueses de la época canalizaron hacia el riesgo y la aventura.

En el caso de nuestro protagonista, Ernest Eldridge, despertaron su pasión por la aviación y los deportes del motor, con cuya combinación pretendía no solo ganar competiciones automovilísticas sino batir récords de velocidad. Los escasos recursos y preparación de la época hacían avanzar de manera lenta la evolución de los automóviles y más en los coches de competición, donde los “gentlemen drivers”, con materiales limitados (normalmente se acudía a desguaces y chatarreros para reutilizar o adaptar partes de carrocería, chasis o motores), recurrían al ensayo-error para evolucionar sus bólidos, casi siempre empleando motores procedentes de la aviación. 

La creación de Mefistofele

Continuando con este lento proceso, primeramente Eldridge desarrolló en 1921 un automóvil con un motor de avión que desarrollaba 240 CV y con el que fue capaz de llegar a 150 Km/h, una alta velocidad para la época pero lejos aún de intentar batir un récord. Para hacernos una idea, el modelo de serie Duesenberg Model J de 1920 alcanzaba 191 Km/h y en 1922 un Sunbeam de 1920 con 350 CV pilotado por Kenelm Lee Guinness establecía el Récord del Mundo de Velocidad en tierra en 207,88 Km/h.

Como su primer experimento no fue suficiente, Eldridge no se desanimó y en 1923 recurrió a un Fiat SB4 de 1907, un vehículo de competición al que acopló un motor Fiat A.1 de aviación (lo incorporaban los aviones de reconocimiento SIA 7B y Fiat R2 o bombarderos como el Caproni Ca.44). Este propulsor de 6 cilindros en línea y casi 22 litros de cilindrada (21.706 cm3), poseía el rendimiento necesario para no solo ganar carreras sino poder ser el más rápido sobre ruedas.

Sin embargo, la adaptación de este monstruoso motor en la parte frontal de un automóvil no iba ser nada fácil. Eldridge modificó los cilindros para dotarlos de una culata de 4 válvulas con bujías Magneti Marelli, mientras que para la carrocería se emplearon los restos de un autobús londinense accidentado. El resultado fue una auténtica bestia pintada de color rojo de 5,09 m de largo y 3,45 m de batalla capaz de desarrollar 350 CV a 1.800 rpm además de producir un ruido infernal, lo que le valió el apodo de “Mefistofele”, el demonio a las órdenes de Satanás encargado de capturar las almas para sufrir eternamente en el infierno. Y realmente iba a ser un auténtico infierno intentar dominar ese auténtico «diablo sobre ruedas«, dotado de una minúscula cabina con dos asientos, con 1.780 kg de peso y sin frenos en las ruedas delanteras.

Un récord resultante de un «duelo»

El Fiat “Mefistofele” llamó la atención de la marca especializada en coches de carreras Delage, la cual retó a un duelo para intentar batir el récord del mundo de velocidad. La firma aportaba como «arma» su galardonado piloto René Thomas, múltiple campeón de las 500 Millas de Indianápolis, el cual iría al volante del Delage V12 “La Torpille” (Torpedo) de 350 CV. La cita sería el 5 de julio de 1924 en Francia, en la Route Nationale 20, cerca de Arpajon. Lógicamente, Eldridge recogió el guante.

Ese mismo día, el Fiat Mefistofele alcanzó 230,55 Km/h en la pista de tierra, estableciendo un récord mundial. Sin embargo, Delage y Thomas impugnaron mecánicamente la hazaña a la organización, ya que para que pudiese ser homologada oficialmente la plusmarca, el bólido tenía que contar con marcha atrás, algo de lo que carecía. Al día siguiente, Delage y Thomas batirían ese récord alcanzando 230,63 Km/h.

Pero la lucha por tan preciado reconocimiento no acababa ahí. Con la ayuda del herrero de un pueblo cercano, Eldridge logró incorporar un dispositivo de marcha atrás que le hacía cumplir con el reglamento. El Fiat Mefistofele volvió a bramar en la carretera el 12 de julio, para pulverizar el récord del Delage con 234,98 Km/h en el primer kilómetro con salida parado y convertirse en una auténtica leyenda.

Fue el último récord de velocidad batido en carretera además del logrado en la primera milla con salida parado con 234,75 Km/h, continuando a día de hoy vigentes. En la actualidad y a pesar de tener casi un siglo de vida, el Fiat Mefistofele se encuentra en perfecto estado y servicio, pudiéndose admirar en el Centro Storico Fiat de Turín.

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